Aunque no es obligatorio, es conveniente que los sacerdotes se laven las manos antes de celebrar la Santa Misa. Esto es independiente al rito de lavado de las manos que se hace en el ofertorio, tras presentar los dones. Este lavado de manos se hace en la sacristía, antes de empezar a revestirse.
En la forma extraordinaria si es obligatorio, y está prevista una oración para que los sacerdotes digan mientras se lavan las manos. Por devoción también pueden decir esa oración los sacerdotes que celebran conforme a la forma ordinaria.
Esa oración es: “Da, Domine, virtutem manibus meis ad abstergendam omnem maculam; ut sine pollutione mentis et corporis valeam tibi servire. Amen.”, que puede traducirse como: “Purifica, Señor, de toda mancha mis manos con tu virtud, para que pueda yo servirte con limpieza de cuerpo y alma. Amen.
Además de lavarse las manos antes de la Misa, durante ésta el sacerdote debe de volver a lavárselas en el ofertorio, tras decir inclinado y en secreto la oración “Acepta, Señor, nuestro corazón contrito”, o tras incensar el altar, si es que se emplea el incienso. En esa oportunidad lo hace de pie, a un lado del altar, mientras dice en secreto: “Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.”
También se lava las manos durante la Misa en algunas otras circunstancias, como después de imponer la ceniza, el Miércoles de Ceniza, o después de de usar el crisma, el óleo de los catecúmenos, o el óleo de los enfermos, cuando se celebra un sacramento durante la Misa o cuando se consagra un altar. Asimismo, el sacerdote se purifica los dedos tras la comunión.
Tanto en el lavatorio del ofertorio como en los otros, se acercan los acólitos al lugar en donde se encuentre el sacerdote, sea la sede o el extremo del altar. Si hay tres ayudantes, uno lleva la jofaina sosteniéndola con las dos manos, otro el aguamanil sosteniéndolo con la mano derecha y colocando la izquierda sobre el pecho, y otro el manutergio desplegado sosteniéndolo con las dos manos. Si hay dos ayudantes, uno lleva el aguamanil en la mano derecha y la jofaina en la izquierda. Y si solo hay un ayudante, se en el antebrazo izquierdo coloca el manutergio, con la mano derecha sostiene la jofaina, y con la mano derecha lleva el aguamanil.
El sacerdote pone las manos sobre la jofaina en forma de cuenco y el ayudante vierte agua con el aguamanil. Luego, escurre el agua que le quedó sobre la jofaina, toma el manutergio y se seca las manos. Finalmente, devuelve el manutergio al ayudante o, si solo hay uno, lo coloca nuevamente sobre el antebrazo izquierdo del acólito.
Para purificar los dedos tras la comunión hay dos opciones. A) Si el mismo celebrante realiza las abluciones a los vasos sagrados, coloca los dedos pulgar e índice sobre el cáliz, y el ayudante derrama agua sobre ellos. Luego, seca los dedos con el purificador y bebe el agua. B) Si otro ministro realiza las abluciones, los acólitos le llevan a la sede la jofaina, el aguamanil y el manutergio como se describió antes, o le acercan un pequeño recipiente con agua y un purificador, para que meta los dedos al recipiente y luego los seque con el purificador.
Tomado de Liturgia Papal